Descubrí que mi esposa abandonó a sus hijos para casarse

 

Conocí a Catalina en una fiesta de la empresa. En ese momento, yo acababa de empezar a trabajar en la compañía donde Catalina también estaba empleada.

Trabajábamos en departamentos diferentes, así que prácticamente no sabía nada de ella. Catalina me llamó la atención de inmediato: alta, delgada y muy atractiva.

Pasamos toda la noche bailando, bromeando y conversando. Después de la fiesta, pedí un taxi y la acompañé a casa. Al día siguiente literalmente corrí al trabajo, pues tenía muchas ganas de verla lo antes posible.

De camino al trabajo compré un ramo de flores y una caja de bombones. Catalina se alegró al verme, y así comenzamos a salir. No alargamos mucho la etapa de citas románticas, ya que ambos teníamos más de treinta años.

Decidimos no esperar más, y le propuse a Catalina que se mudara conmigo. Vivíamos, como se dice, como en un cuento de hadas. Catalina resultó ser una excelente ama de casa. Además, era alegre y tenía una actitud despreocupada ante la vida. Sin problemas ni complicaciones.

Tomé una decisión: compré un anillo y le propuse matrimonio a Catalina. Empezamos a planificar la boda. Cuando preparábamos la lista de invitados, resultó que del lado de Catalina prácticamente no había a quién invitar. Según ella, solo tenía parientes lejanos con los que no había mantenido contacto durante muchos años.

La víspera de la boda, Catalina salió con sus amigas al salón de belleza para prepararse para este día tan importante. Dejó su teléfono en casa.

Tomé su teléfono con la intención de llevárselo, ya que sabía dónde estaba el salón. Pero justo cuando ya estaba en el coche, el teléfono sonó, y en la pantalla apareció “Mamá”.

Decidí contestar. Al otro lado de la línea escuché la voz de una mujer mayor. La mujer empezó a acusar a Catalina de inmediato: decía que había perdido por completo la conciencia. No solo había dejado a sus hijos al cuidado de sus padres mayores, sino que además había dejado de enviarles dinero. Dijo que los niños estaban enfermos y que no tenían dinero para medicamentos.

Me presenté y pregunté qué había pasado. Resultó que Catalina había dejado a sus padres con dos hijos y se había trasladado a la capital en busca de una vida mejor. Al principio todavía enviaba dinero, pero luego dejó de hacerlo.

Los padres vivían de una pensión pequeña, y los niños estaban creciendo y necesitaban muchas cosas. Le pedí a la mujer el número de su cuenta bancaria y transferí dinero para los medicamentos y los alimentos.

Cancelé mi visita al salón y regresé a casa. Empaqué las cosas de Catalina. Cuando ella volvió tarde en la noche, arreglada, con un nuevo peinado y manicura, sin decir palabra le entregué sus maletas. Catalina intentó averiguar qué había pasado. Le devolví su teléfono olvidado, sin pronunciar ni una palabra. Ella entendió rápidamente lo que había ocurrido y trató de explicarme algo.

Pero ya no tenía ganas de escucharla ni de continuar nuestra relación. Después de hablar con su madre, Catalina dejó de existir para mí como mujer.

Se puede mentir a los hombres… Se puede manipular y engañar. Nadie está libre de culpa. Pero abandonar a los hijos con los padres mayores, no ayudarlos y mentir diciendo que no tiene familia… Eso es demasiado. A mis ojos dejó de ser una mujer.

¿Qué opinan ustedes? ¿Es posible entender a Catalina? ¿Puede una mujer que traicionó y abandonó a sus seres más cercanos y queridos ser una buena esposa?
¿Se puede ahora creer en sus promesas de amor y en que no me traicionará en el futuro?

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